domingo, 26 de enero de 2020

Somos un cliché andante

En más de una ocasión he dicho que no me gusta abusar del término «cliché» al referirme a una historia, ya pertenezca al terreno literario o al audiovisual, pese a lo sonora que es la palabra, porque me encanta pronunciarla.

¿Por qué tengo reparos entonces en utilizarla?
Porque todo está inventado.

Seguramente esto dañe muchos egos y enfade a más de una persona, pero es así.
Puede que esa novela que tienes entre manos, la serie que ves bajo demanda o la última película que te ha emocionado te parezca lo más, o, por contra, te genere antipatía, pero la realidad es que lo que impera en cualquier historia, con independencia de su formato, coincide:
SENTIMIENTOS.
Y estos son universales: amor, odio, tristeza, alegría, culpa, envidia, decepción, etc.

Aunque puedan variar las formas en la que los protagonistas reaccionen a ciertos eventos, ya sea por su carácter o porque esté presente alguna patología psiquiátrica, al final los sentimientos son los motores de las historias, ya sean las que nos hacen llorar o las que nos arrancan carcajadas; escritas o habladas. No importa, los personajes pasarán por diversas situaciones, que siempre serán semejante a las de historias antes leídas o vistas, pero siempre reaccionarán a los sucesos de una u otra forma.

Ya se trate de humanos, elfos o alienígenas, en cualquier caso los dotamos de sentimientos, o hablamos de ellos aunque les despojemos de la capacidad de sentir de la forma habitual (en el caso de protagonistas con psicopatías y otras alteraciones de índole mental). Pero al final tenemos:
Una historia de amor.
Una historia de pérdida.
Una historia de amistad.
Una historia de venganza.
Una historia de triunfo.

¿A que puedes nombrar muchas que encajan en una o varias categorías?
Te voy a poner de ejemplo mis novelas: en Heaven. El hilo rojo del destino y en Oh My Gothess encontrarás amor, pérdida, venganza, triunfo, etc.

¿Lo ves?, por eso no podemos decir que algo es un cliché o un tópico de forma negativa con ligereza. Al fin y al cabo, ¿qué no lo es?
Ni las personas somos copos de nieve únicos y especiales, ni las novelas que escribimos, o series y películas que rodamos, tienen una identidad propia 100%. Aun sin quererlo, tanto esos productos como quienes les damos vida somos como creaciones del Doctor Frankenstein; tenemos un trozo de aquí y un pedazo de allá, algo que aprendimos en un lado y detalles que, sin querer, se nos quedaron grabados de otro lugar.

Aprendamos a valorar los clichés, no temamos usarlos ni arruguemos la nariz al encontrarnos con uno o varios. Abracemos estos, juguemos con ellos como con piezas de un puzle, aprendamos a utilizarlos con inteligencia.

Yo, por ejemplo, a menudo los veo como cebos en las historias que escribo.
Pero cuidado al morder en anzuelo, porque los giros que les suceden os pueden dejar sin aliento.
Ahí radica la magia.

¿Cuál es tu cliché favorito?
A mí me gusta el de la chica o el chico de pasado oscuro que posee una personalidad misteriosa o intimidante, pero cambia al encontrar a la persona adecuada.

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